Imagen: ANGAROS
Dicen que es la «capital del mundo» pero hasta ahora no había tenido el placer de conocerla en profundidad. Curioso que no haya sido mientras vivía en Burgos sino ahora que me he trasladado a Madrid.
Esta visita ha sido a propósito del III Congreso Nacional de Directivos Reindustrializar para ganar de la Asociación para el Progreso de la Dirección en el que colaboraba con uno de los muchos stands que participaban. Sin duda, qué mejor emplazamiento para un congreso sobre este tema que la capital de Nervión. Un congreso que clausuraba el propio el rey de España, Felipe VI, pero ya alcanzaremos a ese punto. Vamos con la crónica.
Llegamos el miércoles 29 de octubre pero con el viaje desde Madrid acabamos realmente rendidos. Fuimos directamente a dormir a la habitación que habíamos alquilado con el novedoso y cada vez más popular servicio de AirBNB. Un servicio muy innovador que particularmente me dejó sorprendido gratamente. Seguro que repito y ojo a los hoteles, porque son una competencia muy a tener en cuenta.
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Al día siguiente tocaba el montaje del stand, y para llegar al Euskalduna –el palacio de congresos donde se desarrolló el evento–, casi sin pretenderlo, dimos un recorrido muy representativo por la ciudad. Callejeamos por el Casco Viejo, pasamos por el flamante ayuntamiento de la ciudad y desde ahí a pie hasta el palacio. Por primera vez contemplé de primera mano el desarrollo que vive la ciudad dejando atrás la antigua ría contaminada por la industria para pasar a una ría moderna a la altura de los tiempos con referentes como el propio museo Guggenheim.
El primer día se desarrolló con normalidad. En un primer momento todo son nervios y mucho esfuerzo para que todo esté listo a tiempo. Una vez que empezaron a llegar los asistentes se tardó un poco –como es natural– en engranar todas las piezas para que la dinámica del stand funcionase correctamente. Entre los ponentes del primer día destacó el ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria.
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Por la noche, mientras parte del congreso estaba de cena oficial yo aproveché para dar una vuelta y quedar con unos amigos que, a pesar de que fuese jueves, me enseñaron la noche bilbaína. Me quedé con ganas de quedar con muchos más amigos ya que viviendo en Burgos mis relaciones con esta ciudad son bastantes.
En cualquier caso, a pesar de planearlo sobre la marcha pude, como digo, conocer lo más representativo del día y también de la noche. Me llamó la atención que, había mucha gente joven, probablemente al ser jueves los universitarios hacen de las suyas.
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Al día siguiente, era el día D para la organización, llegaba Su Majestad el Rey Felipe VI. Se notaba entre todos los presentes cierto nerviosismo, expectación,… En un momento dado la prensa se empezó a arremolinar en la puerta y los altos cargos de APD se colocaron en posición. Tras una breve espera, llegó el coche y de él salió un monarca joven, con las ganas propias al haber iniciado recientemente su reinado de hacer las cosas bien. Un monarca que por primera vez visitaba ya coronado un comunidad autónoma especial como es País Vasco con todas sus peculiaridades.
En esa primera recepción disfrutó de unos típicos bailes vascos para pasar al auditorio donde asistió a varias ponencias. Posteriormente tomó la palabra para clausurar el evento. Cuando ya pensábamos que se encaminaba a la calle y no íbamos a tener ocasión de verle un poco más de cerca nos enteramos de que al final se quedaba al aperitivo que estaba programado después, desconozco si fue por iniciativa suya o estaba previsto.
En la planta menos uno del palacio nos juntamos varios cientos de personas con una que destacaba sobre el resto. Se formaron los típicos corrillos y –mentirían si dijeran lo contrario–todos mirábamos de vez en cuando por el rabillo del ojo para ver dónde estaba el monarca, algo sencillo porque su altura lo facilita.
Es una de las situaciones más curiosas que he vivido nunca: aparenta estar todo normal pero si te fijas, en lugares clave había más de 10 guardaespaldas de Casa Real observando detenidamente la situación evitando aglomeraciones y demás. No exagero si digo que me sentía como en una película de 007.
Tras un rato conversando con los altos directivos de las empresas escuchamos que los guardaespaldas por los pinganillos comentaban que el rey se estaba moviendo. Fue entonces cuando se desencadenó todo: nosotros que estábamos estratégicamente colocados vimos pasar por delante, ni más ni menos, que al jefe del Estado, le estrechamos la mano y sin detenerse apenas siguió su camino ya hacia la salida.
Es una anécdota más que comentar en alguna conversación que se tercie. Si en un primer momento te sientes sumamente vigilado al darle la mano parece que vives un episodio de Cuéntame cómo pasó cuando un «Alcántara de la vida» tiene la posibilidad de por un día compartir cacería con el dictador Franco o posteriormente hablar con el presidente Suárez. Cuando abandonó el evento, la mayor parte de la gente fue detrás, una desbandada por aprovechar el fin de semana.
Nosotros que nos quedamos a recoger, comimos al lado del cuerpo de seguridad de Casa Real que antes mencionaba. También es curioso como ver cómo al fin y al cabo todos somos personas y tenemos nuestros momentos más distendidos como uno más. Y lo mismo se aplica a el rey. Siempre le vemos en los medios como algo muy lejano pero lo cierto es que es una persona de carne y hueso que seguro que estuvo toda la mañana pensando en poder ver después a su hija Leonor que ese día cumplía años.
Una gran ciudad y una gran experiencia más.
Fernán González, periodista 