Aunque ya hace varios años había visitado la ciudad del Turia, he podido escaparme de nuevo a Valencia para, esta vez sí, conocerla en profundidad. De la primera vez que fui ya han pasado cuatro años. Fue en cuatro de Secundaria y al estar alojados en la cercana localidad de Alzira apenas recuerdo pasar unas horas en la ciudad.
Mis recuerdos eran muy gratos y esta segunda visita no ha hecho sino confirmar esa idea de que se trata de una ciudad muy moderna a la altura de los tiempos.
Para evitar el problemas de aparcar en el centro optamos por dejar el coche un poco retirado, en las proximidades del Palacio de Congresos. A continuación elegimos el transporte público, el bus urbano, para llegar hasta el centro. Nos detuvimos en la Plaza de la Virgen que a pesar de ser bastante temprano ya estaba muy concurrida.
A escasas dos manzanas, deslumbrante también, nos encontramos la Plaza del Ayuntamiento. Lugar muy adecuado para hacer una pequeña parada, tirar unas fotos y pedir información al amable personal de la Oficina de Turismo.
Fue en ese momento en el que comprobé, la curiosa circunstancia que, probablemente por deformación profesional, no podía dejar pasar: la actualidad nacional ese día pasaba por Valencia. Como curiosidad, simplemente.
En cualquier caso, seguimos nuestra ruta para dirigirnos hacia la Plaza de la Reina para ya sí disfrutar de la catedral. Me gustó bastante, si bien llama la atención que es una combinación de muchos estilos (gótico mediterráneo español con elementos románicos, renacentistas, barrocos y neoclásicos) y que al estar rodeada de muchas casas pierde lucimiento.
En esa plaza el bullicio era todo un espectáculo. Los puestos ambulantes se mezclan en perfecta simbiosis con las terrazas de los locales. Aún recuerdo el helado que tomé cuando pasé por esas mismas baldosas cuatro años atrás en el tiempo. Había que repetir.
Seguimos avanzando por la cuidad y otro enclave muy recomendable fueron las Torres de Serranos. Ya estaba avanzada la mañana y caímos en la cuenta de que nos quedaba mucha ciudad por ver. Decidimos echarnos al cauce del río con la intención de llegar hasta la desembocadura en la afamada Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Se nos antojaba algo tedioso pero a buen ritmo no se nos hizo muy largo. El tiempo óptimo que nos acompañaba lo hizo muy llevadero así como el gran ambiente deportivo que se respiraba. Hay que aclarar que por ese cauce no corre el río Turia ya que en 1986, a raíz de una riada en 1957, se trasladó a otra zona.
En los 9 kilómetros de recorrido encontramos muchas instalaciones deportivas, fuentes y jardines muy bien cuidados y, paradójicamente en un cauce sin río, muchos puentes, más de 15. Nos detuvimos brevemente a contemplar el maravilloso Paseo de la Alameda y, poco después, el Parque Gulliver con la representación a lo grande de este personaje. No resistí la tentación de subirme, pero algún tobogán casi impide que lo cuente. Ya no tengo edad.
Definitivamente llegamos al complejo cultural valenciano por antonomasia. De nuevo me impresionaron todas y cada una de las edificaciones pero con un gran fallo: una escasísima actividad. En comparación con otras zonas de la ciudad no hay mucha más movimiento que varios grupos de escolares. Me pregunto por qué no programan más actividades temporales, reclamos gratuitos para animarse a entrar y echar un vistazo. La imagen del interior del Ágora, el pabellón de usos múltiples, vacía es completamente desalentadora.
Lo único que parece que funciona relativamente bien eran las instalaciones comerciales que se encuentran a un lado y otro del complejo. Nosotros no fuimos menos y yo me traje a casa, por ejemplo, unas gafas de sol. Está bien dejarse algo de dinero en los comercios de una ciudad que has visitado, siempre además es un buen recuerdo.
Tras dejar a un lado L’Oceanografic, que ya visité en 2010, llegamos a una zona que no conocía. Se trata del ya clausurado circuito urbano de Valencia. Realmente representativo de la situación actual de nuestro país. De todas formas, permanece algo de la magia al intuir dónde estaba el pit lane o el edificio de prensa.
De ahí, seguimos la larga caminata hasta la playa. La Malvarrosa no estaba muy concurrida pero eso no impidió que sí probara las aguas del Mediterráneo por primera vez en el verano. Aprovechando que empezó a chispear un poco dimos una vuelta por el reducido paseo marítimo paralelo a la playa para cerrar un día muy completo.
Nuevo programa
Lo confieso: esta entrada es una excusa para hablar de un nuevo proyecto. Se trata de Nómadas URJC, un programa de viajes en la radio universitaria en la que participo. Tiene poco misterio, es un programa por cada una de las ciudades de las que provenimos los colaboradores de los programas de Radio URJC.
Ideé una estructura basada en los posibles intereses de un público joven: ránking de rincones especiales, menú low cost típico, zonas de marcha, días de fiesta clave,… Incluso para cerrar pensamos en un ágil test con más información para poder tirar del hilo y quién sabe si animarse a visitar la ciudad en cuestión.
Rápidamente recurriendo de los estudiantes de la residencia, sobre todo, pronto cerramos las fechas de una primera vuelta por España. Empezamos por San Sebastián y continuamos por la costa cantábrica para recorrer la península en el sentido antihorario. Y sí, uno de los últimos programas será el de Valencia.
Por tanto, cuando tengas un rato espero que escuches el programa en el que disecciono todo lo referente a Burgos y me cuentas qué te parece. Si va bien, tal como parece, la segunda temporada completaremos una segunda vuelta para no dejarnos ninguna comunidad autónoma por visitar y por qué no tal vez caiga una tercera llamada Nómadas URJC Internacional con ciudades más allá de nuestras fronteras, ahí queda la exclusiva.
Pasando el día por Valencia… pic.twitter.com/b226u9ZBFx
— Fernán González (@fernangonzalez) Mayo 28, 2014
Bonus Track: No puedo dejar de comentar que precisamente el día que pasé por Valencia, toda España miraba a la ciudad. Buena muestra de ello, la portada del diario Levante del día después. Por ejemplo: condenado a 8 años de cárcel al conseller Blasco por Cooperación el enésimo caso de corrupción o la entrega del premio Príncipe de Asturias a un químico valenciano.